Puesta en práctica en el aula


LA PUESTA EN PRÁCTICA Y EVALUACIÓN DE MI PROPIA INVESTIGACIÓN EN EL AULA

Los beneficios de aplicar la I.E en el aula son múltiples, los alumnos pueden ser más productivos y más exitosos en lo que hacen y a su vez una vez que logran estas metas pueden ayudar a otros. Controlarla ayuda a reducir el estrés en el aula no solo de los alumnos sino también del profesor, la I.E ayuda a solventar conflictos, a fomentar relaciones y crear estabilidad y armonía en el aula. La inteligencia emocional aplicada en el ámbito laboral será una herramienta muy importante en el desarrollo de nuestro trabajo en el aula.

Llegada a esta conclusión, decidí aplicarlo con un niño “A” con déficit en las relaciones interpersonales e intrapersonales que carece de normas, e impide un correcto funcionamiento del aprendizaje propio y el de los demás, creando tensiones con los compañeros y la propia educadora.

Expuse mi proyecto de investigación a Gemma, tutora de la clase y le pedí que me orientara sobre la personalidad de “A”, el estilo educativo de sus padres, sus reacciones ante un castigo o un premio, la relación con los demás  y  acordamos emplear esta herramienta de trabajo para ayudar progresivamente  a “A”, en el control de las emociones y la práctica de habilidades sociales.

Programé unas actividades acordes a su desarrollo evolutivo, basadas en el juego, los cuentos y bits de inteligencia,  relacionados con  las emociones y la relación con los demás, elaboré instrumentos de observación para registrar la evolución de “A” (apartado 13 Anexos) y apliqué estrategias de automotivación como “ayudante por un día” y cambiar el rincón de pensar por el “rincón de la tranquilidad”.

El primer problema que detecté es etiquetación  negativa  de “A”, aunque sea de forma inconsciente, con frases del ámbito: ¡ “A” vale ya!”, “Es que con “A” no se puede hacer nada”, “Mi hijo es un peleón, cada uno es como es”,  Lo que más me llamó la atención fue cuando un niño estaba llorando y la educadora preguntó “¡Qué ha pasado?, a lo que otro niño contestó  “A sido “A” , pero no había sido y quiero decir con esto, que se está creando un estereotipo de conducta, todo lo malo lo hace “A” y sin darnos cuenta se está llevando a cabo es un refuerzo positivo hacía a él, acepta ese rol y se siente protagonista y participe acentuando su egocentrismo, y lo primero que puse en práctica  fue una terapia de choque donde el refuerzo fuera hacía sus buenas conductas, ya que para “A” los premios por hacer cosas bien, eran totalmente desconocidos.

Al finalizar el primer mes , detecté en “A” un pequeño cambio en lo que se refiere al desarrollo de la empatía pues cuando un niño lloraba por alguna acción causada por “A”, ya no se daba la vuelta y continuaba con su juego, sino que lo miraba y su expresión facial era de tristeza. También observé positivamente que  reaccionaba de forma alegre cuando se le premiaba con un abrazo, un aplauso, como premio a una acción bien hecha, iba dándose cuenta de los beneficios de portarse bien.

Las dos siguientes semanas no pude trabajar con “A”, pues al estar en prácticas tuve que pasar por otras aulas para aprender otras metodologías de trabajo y deferentes etapas evolutivas.

Al volver al aula de “A”, comprobé el decaimiento de la práctica aplicada, pues su comportamiento era conflictivo, teniendo que volver emplear  las mismas técnicas que al principio, pero comprobé que su aprendizaje y puesta en práctica, era más rápido y comprensible para él, pues ya las había aprendido antes, justificando así la fundamentación de mi trabajo, la necesidad de aprender, enseñar y entrenar de forma continuada,  la inteligencia emocional y las habilidades sociales en el aula,  para ayudar a los niños en la resolución de conflictos y también respecto al profesorado y aun  porque adquiriéndolas  conoceremos  y controlaremos mejor nuestro estrés, ansiedad, seremos mejores educadores y personas.

Y al finalizar la última semana de seguimiento y habiendo tenido la oportunidad de volver a trabajar con “A” de forma constante, en los instrumentos de observación se aprecia  una mejoría considerable, pues sigue siendo conflictivo pero de forma más esporádica y menos intensa.

Lo que a nivel personal puedo decir, es que me llamaba la atención de que ”A” se expresaba con  gran alegría, cuando era premiado con un abrazo o un aplauso su buen comportamiento, levantando los brazos, riéndose, diciendo “bien, bien”.

Con referencia al resto del aula, la enseñanza de conductas sociales y de las emociones, resultó muy gratificante, pues al terminar mi periodo de prácticas, casi en la totalidad, expresaban verbalmente su estado  emocional tanto de enfado, tristeza como de alegría, y cuando querían algo o les dejaban algo lo pedían por favor o daban las gracias.

El  alumno y el profesor  que controla su I.E y el habilidosamente social, está capacitado para reconocer sus emociones y sus efectos, sus fortalezas y limitaciones, sus capacidades, potenciará su autoestima, controlará sus emociones perturbadoras y los impulsos y sabrá asumir su responsabilidad dentro del aula.

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